La iniciación

 


La iniciación
Es una ceremonia ritual y simbólica en la que un profano que pidió la entrada en una orden masónica, y que antes había sido encontrado digno de pertenecer a la misma, se convierte en un francmasón.
Podemos considerar este acto como una simple formalidad, pero en realidad posee un carácter muy particular para los francmasones.

Se trata de un rito de paso, tal como existen en todas las religiones y tradiciones étnicas, Y su simbolismo y el contexto emocional de su desarrollo lo hacen un momento muy privilegiado que vincula al receptor a la Logia que lo acoge por lazos fuertes.

En la masonería, todo es simbólico y el simbolismo invita a la reflexión.
El aspecto fundamental del ritual de iniciación es que, a través de una conducción simbólica en la ceremonia, se le va sugiriendo al neófito cual será el futuro trabajo que deberá realizar como masón en su fuero interno. Se asume que el profano está en las tinieblas y busca la luz, como símbolo de lo que va a ser luego su vida masónica de buscador permanente de una verdad que no alcanzará nunca. Por esta razón, el profano, en el ritual, permanece con los ojos vendados, símbolo de la oscuridad.
La ceremonia es un verdadero viaje iniciático que implica todos y cada uno de los sentidos y emociones del neófito a través de diferentes preguntas, observaciones y pruebas graduales que se internan en el hecho, subjetivo pero percibido, de sentirse renacer en otro ámbito de conciencia, un objetivo que pretende cualquier ceremonia iniciática, y también las masónicas.

Pasar por este ritual es participar en un psicodrama perfectamente medido y estructurado para que el neófito pueda visualizar lo fundamental de su núcleo como ser humano y a partir de él, si es capaz de seguir trabajando, pueda construir ese crecimiento personal al que dijo aspirar cuando solicitó ser admitido en logia.
Es el inicio de un camino que la masonería puede señalar, pero que tan solo cada cual puede andar

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