Cualquiera que haya sido vuestro propósito que nos inspira para ingresar en la Masonería, que nos recibe fraternalmente como uno de sus miembros, es cierto que no habréis comprendido, en el principio, toda la importancia espiritual de este importante paso, ni las posibilidades de progreso que con el mismo se nos han abierto.
La Orden es considerada como una Institución Hermética, más que secreta, es discreta en el más profundo sentido de la palabra: el secreto masónico es de tal naturaleza, que no puede nunca ser violado o traicionado, por ser mística e individualmente realizado por aquel masón que lo busca para usarlo constructivamente, con sinceridad y fervor, absoluta lealtad, firmeza y perseverancia en el estudio y en la práctica del Arte.
La Masonería no se revela efectivamente sino a sus adeptos, a quienes se dan enteramente a ella, sin reservas mentales, para hacerse justos y verdaderos masones, es decir, Obreros Ilustrados de la Inteligencia Constructora del Universo, que debe manifestarse en sus mente como verdadera luz que alumbra, desde un punto de vista superior, todos sus pensamientos, palabras y acciones.
Esto se consigue por medio de las pruebas que constituyen los medios con los cuales se hace manifiesto el potencial espiritual que duerme en estado latente en la vida rutinaria, las pruebas simbólicas iniciales y las pruebas posteriores del desaliento y de la decepción.
Quien se deja vencer por éstas, así como aquel que ingresa en la Orden con un espíritu superficial, no conocerá nada de lo que ésta encierra bajo su forma y su ministerio exterior, no conocerá su propósito real y la oculta Fuerza Espiritual que interiormente la anima.
Su tesoro se halla escondido profundamente en la tierra: sólo excavando, o sea buscándolo por debajo de la apariencia, podemos encontrarlo.
Quien pasa por la Orden como si fuera una sociedad cualquiera o un club profano, no puede conocerla; sólo permaneciendo en ella largamente, con fe inalterada, esforzándonos en hacernos verdaderos masones, y reconociendo el privilegio inherente a esta cualidad, se nos revelará su oculto tesoro.
Desde este punto de vista, y cualquiera que sea el grado exterior que podamos conseguir, o que ya se nos haya conferido para compensar en alguna forma nuestros anhelos y deseos de progreso, difícilmente nos será dado superar realmente el grado de aprendiz.
En la finalidad iniciática de la Orden, somos y continuaremos siendo aprendices por un tiempo mucho mayor que los simbólicos años que nos identifican.
¡Ojalá fuéramos todos buenos aprendices y lo fuéramos durante toda nuestra existencia!
Si todos los masones nos esforzáramos primero en aprender ¡cuántos males que se han lamentado y se lamentan no tendrían razón de existir!, deberíamos buscar las explicaciones que nos son necesarias para entender y analizar individualmente el significado de este grado fundamental, en el cual se halla todo el programa iniciático, moral y operativo de la Masonería.
(Tomado de la biblioteca de Colorado Ruiz, QDLGLC)
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