LAS VIRTUDES CARDINALES:

 

LAS VIRTUDES CARDINALES

1.- PRUDENCIA.
Como decía Kant. Es la fortaleza moral de obrar de acuerdo con los principios del deber o de acuerdo a SANTO TOMAS, es lo máximo a que puede aspirar el hombre o sea la total realización de las posibilidades humanas en el aspecto natural y sobre natural. La Prudencia es en efecto la medida del SABER, QUERER OSAR Y CALLAR. La Prudencia enseña el camino hacia la propia perfección y evolución espiritual. El prudente puede ser justo, fuerte, y templado.
2.- JUSTICIA.
Platón señala que la justicia es la virtud fundamental de la cual se derivan todas las demás virtudes, de la prudencia o sabiduría para el intelecto, de la fortaleza o valor para la voluntad y de la templanza para los apetitos y tendencia. Para Aristóteles la justicia es expresión de la voluntad total o perfecta. En La Biblia justicia significa, la suma de todo bien se llama justo a la persona piadosa buena humanitaria, caritativa, y temerosa de Dios. El Acto de justicia consiste en dar a cada cual lo suyo.
Justicia es una virtud enteramente racional encaminada a establecer un orden de equilibrio y de igualdad.
3.- FORTALEZA.
La fortaleza supone vulnerabilidad; sin vulnerabilidad no se daría la posibilidad de fortaleza, si el hombre puede ser fuerte es porque es esencialmente vulnerable, la esencia de la fortaleza consiste en aceptar el riesgo de ser herido en combate por la realización del bien. Sin PRUDENCIA ni JUSTICIA no se da la fortaleza: solo aquel que es prudente y justo puede además ser valiente. La virtud de la fortaleza reconoce y guarda el orden natural de las cosas.
4.- TEMPLANZA.
Es realizar el orden en el propio yo. Lo que distingue a la Templanza de las demás virtudes es que tiene su verificación y opera exclusivamente sobre el sujeto actuante. La Prudencia mira el orden de la universalidad. La Justicia establece la realización específica de los demás y el que posee la Fortaleza sabe olvidarse de sí mismo ofreciéndose en sacrificio a costa de su propia vida si es necesario. La Templanza requiere una ausencia absoluta de egoísmo, por cuanto ella es el hábito que pone por obra y defiende la realización interior del hombre. La hermosura de la Templanza tiene una cara más espiritual y más viril porque hace ver al hombre en su propia condición como una semejanza a Dios.

(Tomado de la biblioteca de Colorado Ruiz, QDLGLC)

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