"Y sus pasos lo llevaron a un valle donde un día antes se había realizado una gran batalla".
Entonces Lucifer caminó entre ese mar de muerte y al pensar esto, su vista paseaba por entre los cuerpos inertes y mutilados. Entonces, le pareció divisar a los lejos un solitario árbol y apoyado sobre su tronco a un guerrero moribundo.
Y Lucifer se dirigió hacia aquel hombre, contento de ver algo vivo en medio de tanta muerte. Y sin decir una palabra dio de beber de su agua a aquel desconocido. Limpió su rostro ensangrentado e intentó curar sus heridas, pero descubrió que su pecho había sido atravesado sin compasión por una lanza enemiga. Entonces Lucifer habló:
- Tu corazón está destrozado. Deberías estar muerto, pero aún vives.
A lo que el guerrero contestó, con voz suave pero firme:
- Me debí haber vendido y no lo hice. Debí haber huido y me quedé a luchar. Ahora debería estar muerto, sin embargo, sigo vivo.
Es que mi espíritu es rebelde y me niego a aceptar aquello que no quiero. Debería haberme vendido y vivir en paz, como un cordero, pero no quise. Debería haber huido y no enfrentarme al enemigo, pero lo encaré.
Ahora, agonizante y mal herido, debería estar muerto, pero no quiero morir.
Entonces los ojos de Lucifer brillaron con inusitada luz y comprendió que ante él había un hombre que, de alguna manera, se había encontrado a sí mismo.
Y se prometió no dejar morir a aquel hombre y usar de todo su poder para salvarlo, pues pensó que hombres como aquél era lo que necesitaba el mundo: hombres que no se vendieran ni retrocedieran ante el Enemigo, hombres con espíritu de lucha y deseos de vivir eternamente.
Entonces Lucifer impuso sus manos sobre las heridas sangrantes del guerrero, el cual al sentir el espíritu de vida y sanación que lo invadía exclamó:
- ¿Quién eres que me bendices con la vida?
A lo que respondió Lucifer:
- Soy el Portador de la Luz, la conciencia que se manifiesta bajo forma humana. Soy la fuerza que se esconde tras cada ser, cada hombre y mujer, cada bestia y cosa.
Y apenas hubo terminado de hablar, se puso de pie y emprendió su camino.
- ¿A dónde vas hombre extraño? - lo detuvo el guerrero - ¿Cuándo podré escuchar de tu singular sabiduría otra vez?
- "Mi sabiduría vive en ti, es tu propio ser. Si te escucharas a ti mismo, no necesitarías de mis palabras".
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