Cuando Descubres Que Dios Está Dentro De Ti


Y si todo lo que crees sobre Dios es solo una sombra de la verdad. Y si lo divino no estuviera en templos, libros sagrados o en las imágenes que nos enseñaron a venerar, sino dentro de ti, vibrando en una frecuencia que pocos pueden percibir.

Desde siempre, hemos intentado darle forma a lo infinito. Creamos dioses a nuestra imagen, diseñamos rituales, dogmas, explicaciones, todo para tratar de comprender lo que está más allá de nuestro entendimiento.
Pero, ¿y si todo eso no fuera más que una forma de alejarnos de la verdadera experiencia de lo sagrado? Si Dios no es una entidad externa, entonces, ¿qué es realmente? Y, aún más importante, si todo en el universo es vibración, ¿será posible aprender a sintonizar esa frecuencia divina?
Hoy exploraremos un misterio que desafía la religión, la ciencia y nuestra propia percepción de la realidad. Porque la respuesta a esta pregunta podría transformar por completo la manera en que ves la vida y a ti mismo. Prepárate. Estás a punto de descubrir algo que puede cambiarlo todo.
Desde que el ser humano comenzó a mirar al cielo en busca de respuestas, Dios ha sido representado de innumerables maneras. Para algunos, es un anciano sabio sentado en un trono celestial. Para otros, es una presencia amorosa y omnipresente que lo impregna todo. Pero, ¿y si todas estas imágenes no fueran más que metáforas simples, intentos humanos de traducir aquello que está mucho más allá de nuestra comprensión?
La verdad es que nuestro lenguaje tiene límites. Intentar definir a Dios es como tratar de atrapar el viento con las manos. En el Kybalión, uno de los textos más antiguos del hermetismo, hay un principio que dice: "El todo es mente, el universo es mental".

En otras palabras, la realidad tal como la percibimos no sería más que una manifestación de una conciencia superior. Pero esa conciencia no puede explicarse, necesita ser vivida.
Y la ciencia empieza a acercarse a esta idea. El neurocientífico Donald Hoffman, profesor de la Universidad de California, sugiere que la realidad que percibimos no es objetiva. Y si fuera solo una interfaz que nuestra mente creó para poder interactuar con el mundo, en ese caso, todo lo que percibimos, incluso la idea de Dios, sería solo una construcción de nuestra mente.
Pero, si Dios está más allá de todo lo que podemos percibir, ¿cómo podemos realmente reconocerlo? Lao Tse, en el Tao Te Ching, nos dejó una pista: "El Tao que puede ser nombrado no es el verdadero Tao". Lo mismo aplica para Dios. Cada vez que intentamos limitarlo a un concepto, ¿qué estamos haciendo? Reduciendo lo infinito a lo finito. Y este error no es nuevo.
Durante siglos, las religiones organizadas han moldeado lo divino en algo distante, separado de nosotros, accesible solo a través de sacerdotes, templos y rituales. Pero, ¿será esa la verdad? Y si Dios no fuera un ser con una forma definida, sino más bien un campo de conciencia y energía que lo impregna todo, esta idea no es nueva. Nikola Tesla, uno de los mayores genios de la ciencia, afirmó: "Si quieres encontrar los secretos del universo, piensa en términos de energía, frecuencia y vibración".
¿Qué quiso decir Tesla con esto? ¿Será que ya comprendía que todo, incluida la conciencia, está sintonizado en diferentes frecuencias? Esto explicaría por qué algunas personas acceden a estados elevados de percepción, mientras que otras permanecen atrapadas en la materialidad, el miedo. Y la física cuántica, bueno, desafía todo lo que creíamos saber sobre la realidad. El famoso experimento de la doble rendija mostró que la simple observación puede alterar el comportamiento de las partículas subatómicas.
Las civilizaciones antiguas parecían haber intuido esto. En Egipto, los conceptos de Ka y Ba hablaban sobre la dualidad entre el alma y la energía vital, sugiriendo que estamos directamente conectados con el cosmos. En el hinduismo, Brahman es descrito como una conciencia Universal de la que todo forma parte. Pero en algún momento, este conocimiento se perdió o fue ocultado. Y esto no es una coincidencia. Si crees que Dios está fuera de ti y que solo puedes acceder a él a través de dogmas y rituales, entonces te vuelves dependiente. Pero, ¿y si la verdad fuera que Dios está dentro de ti, vibrando en tu propia frecuencia? Y aún más, si todo es energía y vibración, podemos aprender a sintonizar esa frecuencia divina. Ahora que hemos desmontado la ilusión de que Dios puede reducirse a dogmas y creencias, surge una pregunta aún más profunda: si todo en el universo es energía...
¿Cómo se manifiesta esa energía y, lo más importante, cómo podemos usarla para transformar nuestra propia realidad? Prepárate, porque estamos a punto de explorar un concepto revolucionario: la idea de que todo, absolutamente todo, es frecuencia. Y eso incluye a la Frecuencia de la Creación, Dios. La ciencia ya nos lo ha demostrado: todo en el universo es energía en constante movimiento; nada es realmente sólido en el nivel más fundamental. Todo vibra. Curioso, ¿no? Pero los antiguos ya lo sabían. En el hermetismo, existe un principio esencial: "Nada está inmóvil, todo se mueve, todo vibra". Y esto no es solo filosofía esotérica, es física. Max Planck, uno de los padres de la mecánica cuántica, afirmó que la materia tal como la imaginamos simplemente no existe. Lo que llamamos sólido es solo energía condensada en patrones específicos de vibración.
Si todo vibra, entonces Dios no puede ser algo separado de la realidad. Lo divino no sería un ser distante, sentado en un trono celestial, sino la misma sustancia vibracional que da forma a todo. Esto explicaría por qué las experiencias místicas, a pesar de las diferencias culturales y contextuales, terminan pareciéndose tanto. Los monjes budistas hablan de estados elevados de conciencia donde todo es pura luz; los santos cristianos describen el Amor divino como un sentimiento absoluto e indescriptible; los meditadores relatan una experiencia de unidad en la que el yo desaparece y todo se funde en el todo.
Y Nikola Tesla, él ya había comprendido todo esto hace un siglo: "Si quieres entender los secretos del universo, piensa en términos de energía, frecuencia y vibración". Y tenía razón. Hoy sabemos que incluso nuestros pensamientos y emociones poseen frecuencias medibles. El psiquiatra Dr. David Hawkins creó una escala de conciencia basada en estas frecuencias emocionales: miedo, culpa, vergüenza (frecuencias bajas); amor, paz, iluminación (frecuencias elevadas). Esto significa que nuestra vibración interna define la realidad que experimentamos.
Ahora, junta esta información con lo que la mecánica cuántica ya ha demostrado: el observador influye en la realidad; nuestra conciencia no solo interactúa con el mundo, sino que lo moldea. Y si la realidad depende de la frecuencia en la que estamos vibrando, entonces quizá nuestra conexión con Dios sea solo una cuestión de sintonía. Los antiguos ya sospechaban esto. En el hinduismo, el mantra Om es considerado la vibración primordial del universo, la frecuencia que sostiene toda la creación. En el cristianismo, existe la famosa frase "En el principio era el Verbo". Pero, ¿y si ese Verbo fuera en realidad una frecuencia? Esto explicaría por qué ciertas músicas, mantras y prácticas espirituales alteran nuestro estado de conciencia.
Si Dios es una frecuencia, conectarse con Él no requiere rituales, dogmas ni intermediarios, sino un estado vibracional específico. Esta idea transforma por completo lo que entendemos por espiritualidad. No se trata de adorar algo externo, sino de sintonizar nuestra propia energía con esa frecuencia divina. Esto explicaría por qué monjes y místicos buscan el silencio y la meditación; no porque necesiten un templo o un sacerdote, sino porque el silencio interno los pone en la sintonía adecuada para acceder a algo más grande.
El problema es que, desde que nacemos, estamos programados para vibrar en frecuencias bajas: miedo, culpa, escasez, estados emocionales que reducen nuestra vibración y nos mantienen atrapados en la materialidad. Y no es coincidencia que grandes instituciones, religiones, gobiernos y sistemas económicos nos mantengan en esas frecuencias bajas, para controlarnos y manipularnos.
Siempre han tenido interés en mantener a las masas operando en estos estados. Después de todo, una población con baja vibración es más fácil de controlar. Cuando crees que necesitas algo externo para conectarte con lo divino, te vuelves dependiente. Pero cuando descubres que Dios está dentro de ti, vibrando en tu propia frecuencia, nadie más puede atraparte. Esto lo cambia todo. Existe una ciencia de la espiritualidad, y ha sido ocultada por siglos. La misma Biblia afirma: "El reino de Dios está dentro de ustedes". Pero pocos comprenden realmente lo que esto significa. No se trata de un lugar físico ni de una promesa después de la muerte. Lo que esta frase sugiere es que la conexión con lo divino depende únicamente de tu estado vibracional.
Neville Goddard decía que la imaginación es Dios. En otras palabras, nuestra mente tiene el poder de crear realidades. Si todo es vibración, entonces la clave para acceder a Dios está en aprender a cambiar nuestra propia frecuencia. Pero, ¿cómo? ¿Cómo salir de los estados emocionales bajos y acceder a la frecuencia de la creación? La respuesta podría estar en el uso consciente de la imaginación, pensamiento y emociones. Y si esto fuera cierto, entonces tal vez lo que llamamos realidad sea solo un reflejo de la frecuencia en la que estamos sintonizados.
Ahora que entendemos que todo es frecuencia, surge una cuestión aún más intrigante: si nuestra vibración define nuestra realidad, ¿existe una forma de programarla? Y lo más importante, ¿acaso hay fuerzas que intentan manipular esta frecuencia para mantenernos atrapados en una ilusión? Por siglos, civilizaciones enteras han vivido atrapadas en vibraciones bajas sin siquiera darse cuenta. Miedo, culpa, escasez no son solo parte de la vida, sino formas de control.
Cuando vibramos en emociones pesadas como ansiedad, desesperación o ira, nos volvemos mucho más fáciles de manipular. La gran pregunta que casi nadie se hace es: ¿quién realmente se beneficia de esto? La respuesta está justo frente a nuestros ojos en la propia estructura de la sociedad. Grandes religiones, gobiernos, corporaciones todos operan bajo la misma premisa: necesitas algo externo para ser salvado, protegido o exitoso. Desde el nacimiento, somos condicionados a creer que la seguridad, el éxito e incluso la conexión con lo divino dependen de algo o alguien fuera de nosotros. Y esto no es casualidad, es un sistema diseñado.
La psicología conductual ya ha demostrado que las emociones negativas son más fáciles de inducir y más difíciles de eliminar que las emociones positivas. El psicólogo Skinner mostró que el miedo es uno de los mecanismos de condicionamiento más poderosos del cerebro humano. Cuando una persona es expuesta repetidamente a información negativa, su sistema nervioso entra en un estado de alerta constante. Esto limita su capacidad de pensar de manera crítica y la mantiene en modo de supervivencia, un ciclo de preocupación, dependencia y vulnerabilidad.
Ahora, mira a tu alrededor. ¿Cómo funciona el mundo moderno? El noticiero nos bombardea con tragedias, crisis y amenazas. Los medios de entretenimiento han vuelto adicto nuestro cerebro a recompensas instantáneas. Las redes sociales fueron diseñadas con algoritmos que capturan nuestra atención con contenido cada vez más extremo. El resultado: un planeta entero vibrando en baja frecuencia, distraído, agotado y, por supuesto, fácil de controlar.
¿Y qué tiene que ver todo esto con que Dios sea una frecuencia? todo si nuestra conexión con lo divino depende de nuestro estado vibracional? entonces impedir esa conexión es muy sencillo basta con mantener a la humanidad vibrando en frecuencias densas, mientras estemos atrapados en el miedo la ira y la culpa seremos incapaces de acceder a Estados Superiores de conciencia.
Esa es la verdadera prisión, no una celda física sino una jaula mental. Esta fuerza se presenta en una escala de conciencia que mide diferentes estados emocionales y sus respectivas frecuencias en la base de esta Escala, se encuentran las emociones más densas, como vergüenza 20 hz ., culpa 30 hz ,miedo 100 hz en la parte superior están los estados elevados de conciencia amor 500 hz ,alegría 540 hz. La iluminación 700 más hz.
Cuanto más baja sea tu vibración más desconectado estarás de la conciencia divina, y aquí viene la parte más inquietante, si esto es cierto, significa que existen fuerzas muy negativas que manipulan activamente estas vibraciones para mantener a las personas atrapadas e impedir un despertar colectivo .
En 1957, el psicólogo Leon Festinger desarrolló la teoría de la disonancia cognitiva, demostrando que cuando una persona se enfrenta a información que contradice sus creencias, prefiere rechazar la verdad para evitar la incomodidad. Ahora, piensa en el impacto de esto: si alguien ha pasado toda su vida creyendo que Dios está fuera de sí mismo, que necesita un sistema o un intermediario para conectarse con lo divino, aceptar una nueva realidad puede ser insoportable. Y es precisamente por eso que tantas personas se resisten a la idea de que Dios no es un ser externo, sino un estado vibracional accesible para todos. Porque aceptar esta verdad significa asumir total responsabilidad sobre la propia vida, y eso puede ser aterrador para quienes han pasado su vida siendo condicionados a buscar la salvación fuera de sí mismos.
Pero existe una salida: la manipulación vibracional solo funciona mientras no seamos conscientes de ella. En el momento en que te das cuenta de que tu frecuencia puede ser alterada intencionalmente, el juego cambia. Empiezas a salir del control externo y comprendes que no necesitas religiones, gurús ni dogmas para acceder a Dios. Dios es el único requisito para elevar tu propia vibración.
Ahora, imagina qué sucedería si una masa crítica de personas comenzara a vibrar en estados superiores de conciencia. Si, en lugar de reaccionar con miedo y rabia, aprendiéramos a operar desde el amor y la compasión; si entendiéramos que nuestra propia mente es la clave para manifestar la realidad que deseamos. La respuesta a estas preguntas es la peor pesadilla de quienes están en el poder, porque un ser humano que entiende su capacidad de alterar su vibración es un ser humano que no puede ser controlado.
Pero hay un problema: toda tu vida ha sido estructurada para impedir que descubras esto. Desde pequeño, te enseñaron a verte como alguien insignificante, limitado e impotente. Pero esa ilusión solo existe porque sigues creyendo en ella.
Ahora que entiendes que la realidad es manipulada para mantener tu vibración baja, surge la pregunta más importante de todas: ¿cómo recuperar tu verdadera frecuencia? Existe una forma práctica de acceder a estados más elevados de conciencia y reconectarte con lo divino. La respuesta está en lo que los antiguos llamaban el velo de la ilusión, y la clave para trascenderlo siempre ha estado dentro de ti. Desde el momento en que abrimos los ojos, comenzamos a percibir la realidad a través de un filtro de creencias y condicionamientos que nos impiden ver la verdad.
El Gran Secreto: ojos a este mundo. Se nos enseña a verlo a través de las lentes de la separación. Se nos condiciona a creer que somos individuos aislados, desconectados de la naturaleza, de los demás y, sobre todo, de Dios. Pero aquí está el punto: esa separación nunca fue real. Fue inducida, y esa es la mayor ilusión de la humanidad.
La neurociencia ha descubierto que nuestro cerebro no percibe la realidad tal como es; la filtra, la simplifica y la reduce para que podamos interactuar con el mundo de manera funcional. El problema es que esa filtración no solo limita nuestra percepción, sino que también refuerza la creencia de que estamos desconectados de algo más grande.
El doctor Rick Strassman, en sus estudios sobre la dimetiltriptamina (DMT), demostró que los estados alterados de conciencia permiten que el cerebro acceda a realidades que normalmente permanecen invisibles para nosotros. En otras palabras, hay mucho más de lo que nuestros sentidos nos permiten ver. Solo que esa percepción nos ha sido bloqueada, y esta barrera no es un concepto nuevo.
Textos espirituales antiguos han hablado de ella por milenios. En el Antiguo Egipto, lo llamaban "el gran sueño". En el hinduismo, es "maya", la ilusión de la separación. Pero quizá la explicación más intrigante provenga de las enseñanzas de Neville Goddard, quien afirmaba: "Dios se convirtió en hombre para que el hombre pudiera convertirse en Dios". Esto puede sonar atrevido, pero tiene todo el sentido cuando entendemos que esta separación es solo una experiencia temporal.
Lo divino nunca ha estado distante; siempre ha estado oculto dentro de nosotros. Pero nuestra identidad ha sido diseñada para mantenernos distraídos. Desde pequeños, se nos enseña que somos un cuerpo, un nombre, una nacionalidad, un conjunto de etiquetas. Pero, ¿y si todo esto fuera solo una identidad temporal, una interfaz para esta realidad, mientras que nuestra verdadera naturaleza fuera algo infinitamente más grande?
Esto explicaría un fenómeno curioso: por qué los estados profundos de meditación, las experiencias cercanas a la muerte y las prácticas espirituales avanzadas llevan a las personas a relatar una sensación de unidad con todo. Por qué quienes atraviesan estas experiencias dicen que el yo desaparece y que, por un instante, son el universo.
La respuesta es simple: ese estado de conciencia no es algo que adquirimos; ya existe dentro de nosotros. Pero ha sido oscurecido por el condicionamiento de la mente.
El físico Amit Goswami, uno de los pioneros de la física cuántica aplicada a la conciencia, sugiere que la mente no está confinada al cerebro. Propone que la conciencia existe fuera del espacio y el tiempo, y que el cerebro es solo un receptor, sintonizando diferentes frecuencias de la realidad. Si esto es verdad, entonces la idea de separación es solo una ilusión mental.
El velo que nos separa de lo divino no es algo externo; no fue impuesto por dioses ni por fuerzas místicas. Fue construido dentro de nosotros, a través de las creencias que heredamos, a través del miedo, la culpa y la necesidad de validación externa. Pero aquí está la buena noticia: si ese velo fue colocado, también puede ser retirado.
Ahora viene la pregunta esencial: ¿cómo? ¿Cómo disolver esta ilusión y regresar a nuestra frecuencia original? La respuesta siempre ha estado en el mismo lugar: en el silencio. Todas las tradiciones espirituales, de diferentes épocas y culturas, llegan a la misma conclusión: la mente necesita silenciarse.
En el budismo, la iluminación sucede cuando los pensamientos cesan. En el cristianismo místico, los santos relataban escuchar la voz de Dios en el absoluto silencio interior. En el sufismo, los maestros dicen que el verdadero conocimiento surge cuando la mente deja de cuestionar.
¿Qué significa esto? Significa que Dios siempre está presente, pero solo puede ser percibido cuando la mente está ausente. Mientras estamos demasiado ocupados pensando, juzgando, analizando y reaccionando al mundo, no podemos sentir esa presencia. Por eso, las experiencias místicas ocurren en momentos de profunda entrega: cuando un meditador entra en el vacío, cuando una persona tiene una experiencia cercana a la muerte, cuando alguien se pierde en un estado de éxtasis espiritual.
¿Qué tienen en común todas estas experiencias? La mente racional se detiene y algo más grande emerge. Pero hay un detalle importante: si el velo de la ilusión ha sido creado por el condicionamiento mental, entonces no basta con tener un momento de iluminación. Es necesario reprogramar la propia conciencia para que esa percepción se vuelva permanente.
Y aquí está la parte más desafiante: el verdadero camino espiritual no trata de aprender algo nuevo, no se trata de acumular más conocimiento, más dogmas o más teorías. Al contrario, es un proceso de desaprendizaje. Significa cuestionar todo lo que nos han enseñado desde la infancia, significa soltar las certezas, abandonar las creencias limitantes y empezar a ver el mundo con nuevos ojos.
Ahora, una última pregunta: si todo lo que creemos que es real podría ser solo una ilusión, ¿qué sucede cuando finalmente accedemos al estado de presencia total? Existe un estado en el que toda separación desaparece, donde nos volvemos uno con la frecuencia divina. La respuesta está en el concepto del vacío absoluto, un estado donde todo es posible.
Y eso es exactamente lo que exploraremos ahora: el vacío, el punto donde todo comienza y donde todo termina. El espacio entre los pensamientos, el silencio entre las notas de una melodía, la vastedad infinita del universo antes de la creación. Este estado es descrito en innumerables tradiciones espirituales como el momento que se experimenta a Dios en su forma más pura, sin interferencias de la mente.
Pero, ¿qué sucede cuando entramos en el vacío absoluto? La ciencia ya ha comenzado a explorar este fenómeno.
El neurocientífico Andrew Newberg estudió a meditadores experimentados y descubrió algo fascinante: durante estados profundos de meditación, la actividad del lóbulo parietal, la parte del cerebro responsable de procesar la noción de tiempo y espacio, disminuye drásticamente. Esto significa que en esos momentos, la sensación de individualidad desaparece. El meditador deja de sentirse como un yo separado del resto del universo.
Y esto también explica un patrón intrigante en los relatos de experiencias cercanas a la muerte. Quienes han pasado por ellas describen la sensación de una paz absoluta, una plenitud indescriptible. Porque cuando la mente racional se silencia, surge una nueva percepción y la separación simplemente deja de existir. El ego desaparece y, ¿qué queda? Solo la conciencia pura.
Los maestros espirituales siempre lo han sabido. Jiddu Krishnamurti decía: "Cuando el pensamiento cesa, aquello que es eterno se manifiesta". Este estado, conocido en diversas tradiciones como "el vacío", "la nada" o "el silencio", es el punto de partida para una nueva forma de percibir la realidad.
Diversas tradiciones espirituales coinciden en que el vacío es donde reside el verdadero poder de la creación. Porque en el vacío, todas las posibilidades existen. Los antiguos taoístas llamaban a este estado "wu wei", un flujo absoluto donde todo sucede sin esfuerzo, porque la persona está completamente alineada con el orden natural del universo.
En el budismo, el "satori" describe el instante en que alguien percibe de manera directa la verdad absoluta, sin explicaciones, sin intermediarios, sin conceptos; solo ser. Y por qué esto es importante: porque comprender el vacío significa entender cómo accedemos directamente a Dios. Si Dios es una frecuencia, entonces el vacío es el espacio donde podemos sintonizar esa frecuencia sin interferencias. Es donde percibimos con total claridad que no somos individuos aislados, sino expresiones de una única conciencia infinita.
Ahora, aquí está el punto clave: ya has experimentado este estado antes, sin darte cuenta. Piensa en esos momentos en los que estuviste completamente presente: cuando quedaste hipnotizado por un atardecer, cuando te perdiste en una canción, cuando reíste hasta las lágrimas, olvidándote del tiempo, cuando te entregaste por completo a un momento de éxtasis, sin juicios, sin pensamientos, sin expectativas. Esos fueron momentos de vacío, momentos en los que tu mente desapareció por un instante y simplemente fuiste.
Y aquí está la pregunta que nadie hace: si el vacío es el portal hacia Dios, ¿por qué no aprendemos sobre él? La respuesta es simple: vivimos en un mundo que nos mantiene distraídos. Nuestra mente está constantemente ocupada con preocupaciones, redes sociales, trabajo, noticias, estímulos incesantes. Siempre estamos llenando cada espacio con información, voces y pensamientos. Pero es raro el momento en el que simplemente nos detenemos a ser.
Y esto no es una coincidencia; es parte de un sistema que nos mantiene alejados de nuestra verdadera naturaleza. Piénsalo: los grandes maestros espirituales siempre han hablado sobre el poder del silencio y la entrega. Buda, Jesús, Krishna; todos señalaron en la misma dirección. Pero qué pasó con sus mensajes: fueron distorsionados. Porque enseñar a las personas a encontrar a Dios dentro de sí mismas no era algo conveniente para quienes querían mantener el control.
Pero ahora sabes la verdad: Dios no está afuera. Dios no está atrapado en un templo, en un libro o en un dogma. Dios es una frecuencia, y esa frecuencia solo puede ser accesada cuando el ruido de la mente cesa.
Ahora, la gran pregunta: ¿cómo integrar esta percepción en tu vida? ¿Cómo vivir alineado con esta verdad sin caer una vez más en las ilusiones del mundo? La respuesta está en una comprensión simple pero profunda: el camino espiritual nunca ha sido sobre alcanzar algo; en realidad, se trata de recordar algo que siempre ha estado ahí.
Y este es el secreto que pocos están dispuestos a aceptar: ya eres lo que buscas. La única cosa que te separa de esta realización es la ilusión de que hay algo por encontrar. Cuando esa ilusión cae, el juego cambia. No solo comprendes la verdad, sino que te conviertes en la verdad. La experiencia del vacío no es solo una idea ni un concepto nuevo; es algo que siempre ha estado ahí, dentro de ti, esperando ser recordado.
Una verdad enterrada bajo capas de condicionamiento, creencias limitantes y distracciones. Ya eres aquello que buscas, pero si esto es verdad, ¿por qué pasamos toda la vida sintiendo que nos falta algo? Porque nos enseñaron a mirar hacia afuera. Desde pequeños, escuchamos que la felicidad está en el éxito, en el dinero, en la validación de los demás, en la aprobación social o incluso en la espiritualidad.
Pero toda búsqueda externa solo refuerza una única sensación: la de que estamos incompletos. Y esa es la gran trampa. Cuando buscas algo, partes de la suposición de que aún no lo tienes, y mientras creas en eso, nunca lo tendrás.
Neville Goddard Recuerdas la escala de conciencia del Dr. David Hawkins. Lo que sientes en este momento determina la frecuencia que estás emitiendo. Y esa frecuencia atrae experiencias compatibles. Si vibras en el miedo, la duda o la frustración, eso es lo que seguirás encontrando en el mundo. Pero si te alineas con estados de gratitud, amor y presencia, tu realidad cambia.
Es decir, no necesitas esforzarte para encontrar a Dios. Solo necesitas dejar de esforzarte por mantener la ilusión de separación. Dios ya está aquí, ahora, siempre ha estado. Pero mientras tu mente esté ocupada con preocupaciones, distracciones y juicios, no podrás percibirlo.
Esta es la clave para vivir alineado con la frecuencia divina. Y eso no significa abandonar tu vida, huir a las montañas azules o pasar años en silencio en una cueva. No se trata de escapar del mundo, sino de cambiar la forma en que lo percibes. Cada pensamiento, cada emoción, cada acción que eliges sintoniza una frecuencia, y al cambiar esa frecuencia, cambias tu realidad.
Pero aquí está el detalle: saber esto no es suficiente. Necesitas practicar, y la práctica comienza con algo tan simple como poderoso: presencia. Cuando estás totalmente presente, sin perderte en pensamientos sobre el pasado o el futuro, accedes al estado en el que Dios puede ser experimentado.
Esto no significa que tu mente nunca más tendrá preocupaciones. Significa que aprenderás a observarlas sin identificarte con ellas. Y cuando eso sucede, todo cambia. Te darás cuenta de que el miedo, la ansiedad y la duda son solo frecuencias pasajeras que pueden ser transformadas. Comprenderás que la paz y la conexión que buscas no están en un lugar lejano, sino en este preciso instante.
Y cuando esta comprensión se vuelva parte de ti, tu vida nunca volverá a ser la misma. Ya no te verás a ti mismo como un ser pequeño e impotente. Ya no buscarás a Dios fuera de ti, porque siempre has sido parte de esta conciencia infinita.
Pero aquí hay algo que necesita decirse: esta verdad puede liberarte, pero también puede desafiarte. No todos están listos para abandonar sus antiguas creencias. No todos están dispuestos a asumir total responsabilidad por su propia realidad. Porque eso requiere un nivel de conciencia que pocos están dispuestos a aceptar. Muchos prefieren la comodidad de la ilusión.
La pregunta es: ¿estás listo para despertar? Si esto tuvo sentido para ti, es porque de alguna manera, en el fondo, ya conoces la respuesta. Tal vez no necesites más conocimiento. Tal vez solo necesites confiar en lo que ya sientes. Dios nunca ha estado distante. Nunca ha estado separado de ti. Es la misma frecuencia que late dentro de tu ser.
Y ahora, la elección es tuya. Puedes seguir viviendo como antes, o puedes dar el primer paso para vivir alineado con esta verdad. Pero recuerda: una vez que despiertas, no hay vuelta atrás. La frecuencia divina siempre ha estado disponible para ti.
La única pregunta que queda es: ¿estás listo para sintonizar?
Lo sientes, ese llamado interno que no puede explicarse, pero que vibra dentro de ti. Esto no es solo un pensamiento, no es una teoría. Es la verdad revelándose ante ti. Y la verdad es simple: nunca has estado separado. Lo único que te impidió ver fue la ilusión que te enseñaron. Pero ahora, esa ilusión se está desvaneciendo. Estás comenzando a ver con nuevos ojos, comenzando a sentir la realidad de una manera diferente.
Ya no más como un espectador pasivo, sino como un cocreador consciente, porque la verdad final es esta: tú eres la propia conciencia divina experimentándolo. Silencia la mente y simplemente eres. Lo percibes con claridad, sientes esa presencia. Y aquí está el mayor secreto: no hay nada que necesites hacer para alcanzar esto. Ninguna técnica, ningún ritual, ninguna creencia. Todo lo que necesitas hacer es dejar de resistirte, dejar de aferrarte a las historias que te contaron, dejar de alimentar la idea de que debes buscar algo fuera de ti.
La verdad es que ya estás aquí, siempre has estado. Dios no está en el mañana, no está en el pasado, no está en un lugar distante. Dios está aquí, ahora, en este preciso momento. Y ahora que lo sabes, la elección está frente a ti. Puedes ignorar esta verdad y seguir viviendo como antes, o puedes abrazarla y permitir que tu vida se transforme.
Si eliges despertar, prepárate, porque nada volverá a ser lo mismo. Empezarás a notar la sincronía en todo, comenzarás a sentir una paz que no depende de circunstancias externas, empezarás a atraer experiencias que reflejan esta nueva vibración. Pero sobre todo, comenzarás a vivir de una forma que pocos se atreven: totalmente despierto, totalmente consciente, totalmente alineado con la frecuencia divina.
Ahora, la pregunta final: ¿estás listo para aceptar quién eres?
Date el espacio para cuestionar, reflexionar y quién sabe, sentir algo diferente. Porque ese es el verdadero despertar: no algo que viene de afuera, sino una resonancia interna que empieza a vibrar en una nueva frecuencia.
Tal vez lo hayas sentido en algún momento de tu vida, ese instante en el que todo parece detenerse y por un breve segundo percibes que algo más grande está sucediendo, una conexión sutil pero inconfundible. Yo recuerdo uno de esos momentos, una noche cualquiera sentado en silencio, sin ninguna expectativa, y de repente una paz inexplicable invadió todo mi ser.

Nada cambió en el exterior, pero todo cambió dentro de mí.
Y eso es lo que quiero recordarte hoy 23 de febrero de 2025: a veces no se trata de entender, se trata de permitirte a ti mismo sentir a Dios .

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